sábado, 20 de agosto de 2011

Madres solteras y profesionales: Solas y superpoderosas



Por Cinthia Soca

**Publiqué este artículo en el Semanario Brecha en la edición del 3 de setiembre de 2010. Lo comparto ahora para ponerme al día con este acopio de notas por si a alguien en algún momento le interesa leer, ya que muchos de los artículos de Brecha no son de acceso libre. 

Ellas y sus profesiones conviviendo con la crianza de sus hijos. Ellas y los ambientes laborales, el sostener solas (sin los padres de los niños) la economía, el desarrollo personal y el de sus hijos. Ellas corriendo, estudiando, cambiando pañales, buscando (o no) parejas, poniéndole el cuerpo a un mundo competitivo y que las hace girar a toda velocidad. Y ellos, ausentes.




No es sólo ama de casa, luego de su jornada laboral se encarga del hogar, lava, plancha si es necesario y cocina para que al día siguiente toda la maquinaria siga su rumbo. Gira a la velocidad de la luz, en el caos de pañales y juguetes en el piso, de carnés escolares que firmar, de cuentas que pagar y cálculos para llegar a fin de mes. Gira en medio de la risa y de niños que corren, de catarros, despertadores y celulares. A veces está cansada y la tanda publicitaria le recomienda vitaminas, para que sus seis brazos le alcancen para todo lo que le toca resolver al cuadrado, y sigue girando. Junto a la ropa que se acumula sin doblar y en medio de las necesidades de sus niños, sus sueños de realización o su deseo frustrado, sigue girando.



El día de las madres es todos los días. Esto lo saben a la perfección estas mujeres que entrevistadas por Brecha constituyen una excepción más al clásico modelo familiar. Madres solteras y, de acuerdo a definiciones de estudios demográficos, jefas de hogar, que también han estudiado y triunfado en el mercado laboral. Independientes económicamente, solventes a nivel profesional, con inquietudes intelectuales, voluntad de continuar sus estudios y con hijos de padres ausentes, estas madres solteras son mujeres orquesta: se encargan de la crianza de los niños así como de la canasta familiar y de la organización del hogar.



A las carreras

Para Ana (31 años, química y madre de una niña de 11 años) ser madre soltera no fue nada fácil, “sentía que me colocaba en un lugar diferente de la sociedad”. Hoy, con su hija más grande y un concurso ganado por oposición y méritos en ancap, puede sentir que todo está mejor, aunque cada día sea maratónico: levantarse a las 4.45 de la mañana cuando entra a las 6. Al regreso, limpiar y estudiar. A las 17 horas recoger a su hija de la escuela que luego va a inglés o guitarra según el día de la semana. Hacer los deberes con la nena y los suyos propios, ya que estudia una especialización en química ambiental. “Te acostumbrás a dormir poco”, dice Ana señalando que además de dedicarle tiempo a su hija que crece, tiene su pareja y sus amigas, porque también es importante socializar.




Andrea (33 años, médica por recibirse de psiquiatra, con una hija de 9 años a cargo), se siente especial por ser madre soltera: “Al no contar con el apoyo del padre, se hace muy cuesta arriba porque las decisiones dependen sólo de mí. Aunque tiene sus ventajas: no tengo que ponerme de acuerdo con nadie y educo a mi hija según mis propios criterios”. De cualquier modo, cuenta Andrea que ser madre soltera no fue una opción y que sigue sin elegirlo porque considera que un hijo, aunque crezca sano, necesita de ambas figuras: “Ser madre y padre a la vez no es posible, son roles distintos”. Los días de Andrea también podrían competir en las Olimpíadas: a las corridas. A la escuela, al hospital, a clase, al trabajo. La hora del almuerzo frecuentemente la pasa en el trayecto de un punto al otro, “el famoso multiempleo”, dice. Así y todo se hace tiempo para otras cosas también, como el deporte, la pareja –para Andrea es fundamental en su vida–, estudiar, tareas de la casa, y el esfuerzo de mantener el equilibrio entre todas estas exigencias.



María (periodista, 37 años, con una hija de 6) cree que es inevitable no sentirse especial, por los modelos “normales” que se plantean en el imaginario social. “En mi caso, me separé a los pocos meses de embarazo, lo que no fue realmente el estado ideal. Se requiere muchísimo el apoyo de tu familia, ya que al no convivir con tu pareja no existe ninguna posibilidad de compartir tareas”. Con la extensa jornada laboral que le toca y el casi inexistente reparto de responsabilidades, María confiesa que en cuanto a la educación, no tiene esa paciencia indispensable para hacer lo que está escrito en los libros. En lo cotidiano, el doble horario escolar y el apoyo de los abuelos son una maravilla. “En los primeros años trabajé en un diario de lunes a sábado, llegando a casa a la una de la mañana todos los días. Dejaba a la niña con los abuelos y la iba a buscar todas las noches, me la llevaba a veces al hombro en un taxi, pobre... Hasta ahora no sé cómo pude afrontar ese trabajo y la maternidad al mismo tiempo, a veces creía que me iban a venir ataques de pánico. Ahora tengo un trabajo mejor, con horarios más benignos. Me levanto muy temprano para llevarla a la escuela y me quedo hasta tarde leyendo, investigando y escribiendo. El padre la ve, pero no interviene en la decisión de las cosas cotidianas”. “Es tu responsabilidad” que todo se mantenga en pie, pero estás en un contexto de vulnerabilidad, reflexiona María. En la experiencia de Laura (31 años, docente de filosofía en Secundaria, estudiante de ciencias políticas y madre de una adolescente de 13 años) la condición de madre soltera tiene características relacionadas con la actitud, disposición o la manera en que llevan adelante el rol del padre ausente. Laura construye sus días entre aulas liceales y preparando clases, aulas universitarias y la preparación de sus propios parciales, saltando de ómnibus a ómnibus, coordinando por celular la agenda de su hija, las tareas del hogar y su espacio de ocio, jornadas que, extenuantes por momentos, la hacen sentir “la mujer pulpo”: “Estás en muchas cosas a la vez, pensás ´cómo voy a hacer con todo´ y parece que tenés que fragmentarte en mil.”

Mantener el equilibrio entre el hogar, el acompañar adecuadamente el crecimiento de sus hijos, el ámbito académico, el laboral y el afectivo, es una preocupación constante. Hay que ser una gran equilibrista, porque todos los ámbitos son importantes. “A veces, cuando las circunstancias te obligan a priorizar un ámbito sobre otro, sentís culpas, frustraciones, malestares, hasta irritación, a veces llorás también y te sentís muy sola. Pero seguís, no hay otra.”
Out siders


Andrea, que no se acoge a ningún plan del Estado porque no le corresponde, piensa que haría falta algún subsidio para poder terminar las carreras universitarias. Con relación al aporte económico de los padres y las leyes dice: “Es tan engorroso y costoso el trámite. E increíblemente conozco casos de padres que pasan a trabajar en negro para no tener que cumplir adecuadamente con la pensión alimentaria. O el caso del padre de mi hija que no vive en Uruguay hace más de ocho años y no he encontrado manera de obligarlo legalmente a cumplir con la pensión”. Para María es necesaria la aplicación de ciertas medidas estatales para mejorar el estatus de las madres solteras, como acontece en algunos países de Europa en los que hay sistemas dirigidos a que la mujer no sufra perjuicios por ser madre: “En esos países el Estado te brinda un sistema de guarderías o cuidados con el fin de que estés en igualdad de oportunidades. Me parece que acá estamos a años luz en comparación con las sociedades más modernas. En Uruguay se sigue penalizando a las mujeres en general, pero más si son madres. ¿Cómo podría cambiar esta situación? Me imagino algún tipo de subsidio estatal que te permita acceder a un ingreso, como por ejemplo para contratar a una niñera, sobre todo en el caso de mujeres jefas de hogar que no reciben pensión alimentaria. Es verdaderamente imposible para la mayoría de las mujeres afrontar hoy la canasta familiar, pagar la educación de sus hijos, el colegio, el alquiler y contratar una buena niñera. Creo que eso forma parte de una actualización de la seguridad social a los nuevos tiempos”.

Un techo para mi país

Por su parte Laura, que trabaja como docente con una carga horaria de 20 horas semanales, sabe que puede vivir con lo que gana porque comparte gastos: vive con sus tres hermanas menores que también estudian y trabajan. “Si tuviera que vivir sola y hacerme cargo de todo, hoy, en esta situación, madre soltera sin apoyo económico por parte del padre, no podría. Actualmente, a pesar de la sobrecarga que muchas veces siento, me considero una afortunada porque cuento con apoyo de una red familiar que me permite trabajar y seguir estudiando. Pero, ¿debería haber una contrapartida desde la sociedad por la condición de desventaja? La verdad, no lo he pensado, creo que naturalizás la situación y te las vas arreglando.” Como sus ingresos superan el tope establecido para acceder a los préstamos del Ministerio de Vivienda, pero a su vez no le alcanza para ahorrar, alquila, pero ha optado por probar con una cooperativa: “Es un tema que realmente me preocupa, tener mi casa y dejar de pagar alquiler, lo cual es difícil cuando estás en pareja, imaginate si estás sola. Que yo tenga conocimiento no hay planes que contemplen esta situación y me parece que a las madres solteras se nos tendría que facilitar con subsidios el acceso a la vivienda”.

Cuestiones de imagen

Dicen que me admiran por cómo llevo adelante mi vida ya que estoy sola. Yo les digo que hago lo que puedo, que todas harían lo mismo estando en mi lugar y varias me dicen que no, que hubiesen tirado la toalla”, cuenta Ana. Cecilia (licenciada en comunicación, 31 años, madre de una niña de 11) por momentos llegó a sentirse “como sapo de otro pozo”: le tocó ser la menor de las madres de las compañeras de su hija, y percibió algún prejuicio latente. Cecilia aporta algo de su historia: “Hace algunos años me enamoré. Mi hija y yo nos mudamos para convivir con mi pareja. Ambas habíamos dejado nuestro barrio, sobre todo mi hija la escuela y sus compañeros, para apostar a la familia. Era un gran esfuerzo para ella que era chiquita, al menos ése era mi punto de vista; pero en más de una oportunidad, personas del entorno cercano a él me decían lo bueno que era el hombre que había aceptado a una madre con su niña en la casa. En fin, la relación con el tiempo se desgastó, yo hacía trabajo free lance mientras terminaba mis estudios y no encontraba un buen trabajo, y no aportaba mucho dinero a la economía del hogar. Una vez me contó que alguien le había dicho: tené cuidado, se te va a embarazar y te va a clavar con un hijo para que la mantengas. Nada más alejado de la realidad, yo quería progresar laboralmente, ser una buena madre y compartir la vida con un hombre. Pero pienso que cierto sector de la sociedad, de alguna manera, es hipócrita con las madres solteras. O machista, no sé”. Si bien a Cecilia, que ahora vive sola con su hija, le tocó vivir como estigma o desventaja para formar una pareja el hecho de ser madre soltera, a Andrea lo que le ha jugado en contra es el proyectar la imagen de autosuficiente: “Algunos te ven como intocable, inalcanzable. Me acuerdo que en una etapa en que estaba terminando la carrera de medicina y corría como loca, una compañera me dijo que me había vuelto asexuada desde que había tenido a mi hija, porque por bastante tiempo no volví a salir con nadie. Supongo que no estaba con la predisposición psíquica para conocer a alguien en ese momento, estaba bastante desbordada. Pero me da la impresión de que es algo que nos pasa con frecuencia a las madres solteras. Por otro lado, hay unos cuantos hombres que no se quieren complicar con alguien que tiene hijos y no ven a la mujer detrás de la madre soltera. Actualmente estoy en pareja y es muy importante que acepte a mi hija, ellos tienen una relación muy linda, lo cual me hace muy feliz”. A María, que por el momento no busca pareja, no le preocupa demasiado la visión masculina. Parte de la base de que hay diferentes percepciones, dependiendo de la formación y la amplitud de cada hombre. Sin embargo, considera que su situación pueda “acobardar” en algún caso, ya que se combina el tener una profesión muy especial con una situación familiar diferente.
Por más que lo anhelen con ahínco, especializarse en el exterior o acceder a alguna beca de posgrado en otro país es algo que miran con la ñata contra el vidrio, un lujo que no se podrían dar. Las imposibilidades están marcadas no sólo por lo económico: “Si puedo especializarme, mejor, pero siempre cerca de mi hija”, se proyecta Ana. María, a quien le encantaría hacer un posgrado fuera del país, lo ve como imposible. Laura el año pasado concursó y ganó la financiación de un proyecto de investigación. Fue una muy buena experiencia pero también muy exigida, tironeada de muchos lados, “lo cual me hace pensar en si es compatible este cúmulo de roles; digo por salud mental y por el cuidado que nuestros hijos necesitan”. Es un tironeo entre las esferas pública y privada que te deja exhausta, reflexiona Laura: “En el caso de las mujeres se da algo especial, es una lucha interna muy fuerte entre el cuidado de la familia, el hacerse cargo de los afectos y las responsabilidades que conlleva, y elegir ponerle mucha energía a la esfera pública, ya sea en lo laboral o en el desarrollo profesional. Provoca más angustia de la que muchos pueden imaginar, si se inclina la balanza mucho a lo profesional te sentís como que no estás haciendo bien, estás en falta, pero tampoco te satisface únicamente quedarte en lo familiar”.

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