sábado, 19 de junio de 2010

Amor por la compu


Hiperconectados: guía para educar a nativos digitales


Todo lo que sucede en la conexión es real y amerita que
los padres nos zambullamos en ella para desentrañar algunos
de sus misterios*.


Las redes y demás aplicaciones de comunicación en Internet son una extensión más de los canales de socialización. Al hogar, a la escuela, al club o a la plaza, se suma el lugar predominante donde niños y adolescentes empiezan a abrirse al mundo y a constituirse como ser social: un espacio de dispositivos cuyas coordenadas resultan desconocidas para muchos padres y docentes. Allí es donde además de socializar, los niños hacen cosas de niños, como jugar. Los adolescentes hacen cosas de adolescentes, como flirtear, expresar su descontento o convocar a una rateada general. Lo que sucede en la sociedad encuentra entonces su reflejo pixelado. Así las cosas, del mismo modo que existen riesgos en las calles, las escuelas, las iglesias y las propias casas, Internet es un espacio más, donde también se pueden vulnerar los derechos de los niños y adolescente, y dada la complejidad de una socialización donde se multiplican los canales de interacción, resulta imprescindible que en la educación se tenga en cuenta el comportamiento en el ciberespacio.

Mientras que diversas situaciones se trasladan desde lo terrenal a lo digital, muchas otras cosas van cambiado: las conexiones que propician mayor interacción en tiempo real y global interfieren en el concepto de intimidad y privacidad que heredamos; por otra parte la misma inmediatez de la comunicación provoca que la lengua escrita se adapte a esa vorágine, acortándose, volviéndose más oral y visual; la información disponible en Internet, por su parte, es abundante y se transforma en la prolongación de nuestra memoria, por lo que cambia la forma de aprehender y esto requiere un enorme desafío para los docentes que se encuentran enseñando con estrategias obsoletas; los videojuegos son mirados de reojo por muchos adultos pero lo cierto es que se constituyen como una alternativa mucho más inteligente que la televisión. Y así, se podría ennumerar un sin fin más de paralelismos y transformaciones. Cómo encarar cada uno de estos ítems para enriquecer la educación de los niños y adolescentes, es lo que se pregunta y aborda en Hiperconectados, el libro recientemente publicado por la periodista científica Cristina Canoura y el psicólogo especializado en adolescencia y Tecnologías de la Información, Roberto Balaguer; una lectura necesaria para reflexionar sobre la realidad dinámica que estalla frente a nuestros ojos, que nos hace pensar en que si bien se ha acuñado el término “nativos digitales” para definir la generación de los ´90, también se puede sentir que estos nativos muchas veces son además “huérfanos digitales”, en el sentido que los adultos que le circundan no poseen las referencias necesarias para guiarlos.


Peligros, control y libertad

El grooming de niños por Internet es uno de los peligros actuales de la red, se trata de adultos, haciéndose pasar por menores, que establecen lazos de amistad con un menor en Internet para obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas del menor o, incluso, como preparación para un encuentro sexual, posiblemente un abuso. Frente a esto muchos padres han optado por no poseer cámara web en sus computadoras, y el antiquísimo “no hablés con desconocidos” toma aquí la peculiaridad de que el desconocido puede hacerse pasar por amiguito, por lo que es recomendable que los niños asimilen la conducta de nunca esbozar datos privados en conversaciones virtuales.

Este peligro latente motiva a muchos padres a estar atentos a lo que hace su hijo en Internet, por ello en el libro se dispensan consejos para enseñar a los niños a moverse en ese ámbito, así como también le ofrecen a los adultos algunos tips para supervisar y controlar. Pero, acá otro punto interesante, en cuanto a la privacidad de los niños y adolescentes: ¿De qué manera podemos leer sus conversaciones? ¿Podemos hacerlo? ¿Es correcto invadir su privacidad de esa manera? ¿Hasta dónde va el control y hasta dónde la confianza? Se preguntan los autores. Y trasladan esta reflexión a lo que sucede con el celular, un dispositivo que si bien es inseparable de los adolescentes también es un nuevo mecanismo de control paterno (aunque fácil de evadir, para huir del basta con apagarlo, o excusarse con “estaba en silencio y no lo escuché”). Este tipo de control interactivo, señalan Canoura y Balaguer, tampoco deja resquicios para la privacidad de los chicos: “Es como estar en forma permanente en la casa del Gran Hermano, siempre a la vista, al alcance. Al minuto se sabe si ya salió del liceo, si tomó el ómnibus a tiempo, si se quedó por el camino”. En este sentido, que el adolescente maneje estrategias de coartadas y se permita manejar su libertad ante el control omnipresente de sus padres, es un indicador de salud mental.

Pienso, luego “estoy on line”


Facebook tiene dedicadas varias páginas en el libro y no es para menos, una red sumamente popular por estas latitudes - comunidad on-line constituida por 400 millones de usuarios en todo el mundo-, percibida de diferentes formas de acuerdo a la sensibilidad generacional (en este sentido, es comprensible que personas que vivieron la década del ´70 bajo un régimen dictatorial perseguidos por pensar diferente, vean en esta herramienta una especie de dispositivo salido de la novela de George Orwell). Para los jóvenes, Facebook es un punto de encuentro, un lugar para compartir sus vidas, para conocer a los otros, para estar en contacto y agruparse. Dicen los autores que este interés por exhibirse y saber, minuto a minuto, qué hacen los amigos en distintos países, obedece a un cambio en el paradigma de la privacidad. El momento cultural actual muestra que las fronteras de los espacios públicos y privados se están reacomodando, lo que antes se reservaba al ámbito privado, hoy se muestra en el público. Así, en la exhibición de sus intimidades, la gente también busca sus treinta segundos de fama y lo público se vuelve tentador, aunque atente contra lo privado. Les compete a los padres orientar en lo que se expone, aconsejar a no publicar materiales que pueden resultar ofensivos, y entre otras cosas, enseñarles a manejar la comunicación pública con ética.

Continuando con la sensibilidad on-line, Canoura y Balaguer también reflexionan sobre una nueva forma de presencia: la telepresencia. Aunque sin conclusiones aún, la psicología se encuentra analizando los cambios en la matriz cultural que se han generado a partir del uso de las TICs, cómo viven, por ejemplo, los adultos y niños, las ausencias y distancias reales, y la presencia virtual de padres y abuelos. También, se estudian las sensaciones nuevas en las mentes humanas, como la que sucede cuando la computadora se rompe o se pierde el celular: inmediatamente nos agobia una sensación de desconexión, una sensación inexistente años atrás, es más -afirman los autores- por momentos la desconexión parece angustiar más que la separación.

Aunque, como señalan los autores, hoy en día es mucho más alarmante un jóven que no se conecta nunca, al que pasa horas frente a una pantalla; poder mostrarles a nuestros hijos que es posible la desconexión y que ésta tiene también sus beneficios, es una de las tareas que los padres deberían abordar en la educación actual. Lo positivo de no estar siempre disponible a la demanda del llamado de los demás, apagar el celular, salirse de la dinámica de permanente distracción, y no ser esclavo de estar enterado a todo momento de todo lo que sucede a través de lo que nuestros contactos publican en Facebook (fotos, noticias, videos). Algo así como cerrar las múltiples ventanas, de vez en cuando, para abrir una puerta de conexión con nosotros mismos. Porque en la otra punta del extremo, señalan los autores, están los hiperconectados: “Son los más vulnerables, los que prefieren el refugio de la pantalla a la vida en carne y hueso. Muchas veces necesitan ayuda para que la conexión sea un complemento de sus vidas y no un lugar para esconderse de sí mismos y de los demás”. En este escenario, la tarea paterna debe ser un equilibrio entre fomentar los tiempos de desconexión, a la vez de entender que la conexión y la identidad cibernauta forma parte de la naturaleza de nuestros nativos digitales.



* Hiperconectados (Cristina Canoura, Roberto Balaguer. Aguilar/ Santillana, Uruguay, 2010. 141 pgs.)

4 comentarios:

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