
GÉNERO EN CUOTAS*
I
“Los convoco a que para la próxima Navidad compren muñecas y juegos de cocinas para los varones, y autitos y pelotas de fútbol para las niñas. Capaz que vamos a tener un relajo bárbaro con la familia, pero ese es uno de los desafíos principales, porque cuando regalamos también estamos replicando un modelo”, fue una de las propuestas de la señora de la Comisión de las Mujeres de la Comuna 5, quien inauguró una reunión sobre género y política, disertando sobre los hábitos y conductas que en la sociedad están arraigados y son difíciles de cambiar pero que aunque parezcan inocentes constituyen la base de las desigualdades de género. También mencionó otros no tan inocentes, como la violencia doméstica y las pautas invisibles e implícitas en el deber vivir de las mujeres y los varones en función de los mandatos escritos en los muros, en las libretas de matrimonio (la esposa le debe obediencia a su marido) o en los tratados religiosos. Y los discursos: “Vieja te bajé la basura”, “Te lavé los platos”. La basura, ¿no la hicimos todos?
La electa senadora Constanza Moreira fue la invitada “estrella” a esta instancia, en torno a la cual asistimos unas cuarenta mujeres (también habían tres o cuatro varones), en general de edad mediana para arriba y tan sólo dos jóvenes mujeres con sus hijas.
II
Moreira se enfocó en los intereses compartidos que unen a las mujeres en la política. Fiel reflejo de ello, dio el ejemplo de la Bancada Femenina del Parlamento que constituida por mujeres de todos los partidos (fue impulsada el 8 de marzo del año 2000 por Glenda Rondán del Partido Colorado, Margarita Percovich del Frente Amplio y Beatriz Argimón del Partido Nacional), es una instancia transversal que cuenta entre sus logros reconocer como problemas públicos aquellos temas que tradicionalmente estuvieron circunscriptos al ámbito privado: la ley sobre la violencia doméstica y su obsecuente “crimen pasional”,la que trata el acoso sexual en el ámbito de trabajo, la que hace público el tema de deudores alimentarios, la de unión concubinaria o la del trabajo doméstico; que entre otros avances en derechos de géneros son logros de la actividad de mujeres en política. Moreira, sin embargo, no se expresó –tal vez sólo quería mencionar triunfos- acerca de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva; y el hilo de la exposición de la politóloga continuó tejiendo la compleja madeja de la participación de las mujeres en la política: “El otro día un compañero del Frente Amplio expresó que quería que hubiera más gente de izquierda en el parlamento, independientemente que fueran mujeres o no. Claro, nosotras queremos que hayan más mujeres independientemente del partido, porque sabemos que los problemas de las mujeres están mejor representados por mujeres. Preferimos eso antes de que otros interpreten cuáles son nuestras necesidades”. Los hombres en general razonan los problemas de las mujeres como las necesidades de la familia, indisolublemente.
La pregunta del millón (de los 3 millones) ¿Las mujeres estarían en política sólo para encarar sus propios problemas de género? La respuesta: la mayor presencia femenina enriquecería también a las propuestas públicas de conducción de un país, y esto, dice Moreira, se vio en Mujer tu voto tiene voz, la propuesta de la Bancada que recogió las demandas e intereses de las mujeres uruguayas de cara a las elecciones. Allí se entendió que para las ciudadanas los temas más relevantes son los sociales: la educación, la salud, la violencia, el agua potable, el transporte, y también el amor y la felicidad.
III
Baja presencia de las mujeres en cargos de dirección; brecha salarial entre hombres y mujeres que asisten a un mismo trabajo; mayor carga laboral para las mujeres sumado a mayor cantidad de trabajo no remunerado; lo que le cuesta a una mujer llegar a ser grado 5 en la Universidad o decana; 18 parlamentarias en 130 parlamentarios masculinos... Sólo algunas de las causas o consecuencias que revelan ese “Techo de Cristal” al que llegamos como tope las mujeres y que es tan complejo de explicar.
IV
Para la politóloga hay dos conductas de las mujeres en la política: por un lado, cuando acceden al poder para adaptarse al escenario hegemónicamente masculino, las damas tienden a masculinizar su forma de proceder; por otro lado, las mujeres prefieren otras maneras de participación. “Sucede que ni las mujeres ni los jóvenes se reconocen empáticamente en los políticos porque el ejercicio de la política es percibido como la lucha por el poder”. Las mujeres, sin embargo, son altamente participativas y se integran más a actividades que las vinculan con otros (en actividades sociales, comunitarias, deportivas y culturales); aunque esta participación pública le implique extender su jornada. Si bien, quieren participar no encuentran en la política su lugar, puesto que esta es muy refractaria a las mujeres, a su forma de moverse y a su biorritmo. Desde luego que el retorno que tienen ambos géneros en el ejercicio político es muy distinto. Un estudio realizado en América Latina –señala Constanza Moreira- demuestra que las mujeres generalmente cuando entran en la política ejercen durante uno o dos períodos y después dejan el cargo, esto se explicaría porque para la mujer un cargo de poder implica un ejercicio de servicio a la comunidad con disponibilidad casi total y una entrega de tal magnitud que al cabo de un tiempo la desgasta y les produce una sobrecarga de roles. Mientras que para los hombres, en cambio, el ejercicio de poder es antes que nada una gratificación personal y libidinal.
V
Hacia el final de la charla, una de las jóvenes que estaba en el auditorio levantó la mano: “De acuerdo a la ley de cuotas, hay un argumento poderoso que actualmente circula, de parte incluso de las propias mujeres en la política, que señala que la cuota para participación política no es necesaria porque los cargos deberían de ocuparse no en función del género sino de la capacidad. Este parece ser un argumento que quiere decir que las cuotas irían a rellenar espacios sólo porque son mujeres, delegando a otros que sí tienen la capacidad. ¿Cuál es, Constanza, tu opinión al respeto?”. Es cierto, en el debate sobre la cuota de género en las listas –sistema 1:3, que comenzará a regir a partir de la elecciones nacionales de 2014- se ha escuchado a algunas mujeres de la política expresarse en este sentido, y también es parte de la opinión pública esa percepción de que hay que llegar no porque se sea mujer sino que capaz. Ese “vox populi” suena a otro esmerilado concepto que le refuerza la estructura al techo de cristal. “Cualquier persona que está en política sabe que los políticos que actualmente están ocupando cargos no es que lo hagan en función de sus capacidades –afirmó Constanza-. Quienes están en el parlamento no son los mejores de Uruguay, para nada. Pensar que tienen que ser los más capaces quienes estén en el poder es una visión aristocrática. El mejor gobierno no es de los más capaces si no el que mejor nos representa a todos. Este sería el que representa equitativamente a hombres y mujeres, a blancos y negros a pobres y ricos. La respuesta que daría es que el eje central no son las capacidades sino la representación y que las mujeres debemos estar en pie de igualdad con los hombres”.
Dicho esto, se apagaron las luces y luego de los agradecimientos, una voz masculina proveniente desde el fondo de la sala invitó a todas las presentes a “vivir una noche entera en cinco minutos”. Estábamos en el Planetario de Montevideo y el techo de cristal que no nos permitía acceder a más representación política, se transformó de un momento a otro en un manto impávido de estrellas.
* Por Cinthia Soca, publicado en Semanario Brecha 26.11.2009“Los convoco a que para la próxima Navidad compren muñecas y juegos de cocinas para los varones, y autitos y pelotas de fútbol para las niñas. Capaz que vamos a tener un relajo bárbaro con la familia, pero ese es uno de los desafíos principales, porque cuando regalamos también estamos replicando un modelo”, fue una de las propuestas de la señora de la Comisión de las Mujeres de la Comuna 5, quien inauguró una reunión sobre género y política, disertando sobre los hábitos y conductas que en la sociedad están arraigados y son difíciles de cambiar pero que aunque parezcan inocentes constituyen la base de las desigualdades de género. También mencionó otros no tan inocentes, como la violencia doméstica y las pautas invisibles e implícitas en el deber vivir de las mujeres y los varones en función de los mandatos escritos en los muros, en las libretas de matrimonio (la esposa le debe obediencia a su marido) o en los tratados religiosos. Y los discursos: “Vieja te bajé la basura”, “Te lavé los platos”. La basura, ¿no la hicimos todos?
La electa senadora Constanza Moreira fue la invitada “estrella” a esta instancia, en torno a la cual asistimos unas cuarenta mujeres (también habían tres o cuatro varones), en general de edad mediana para arriba y tan sólo dos jóvenes mujeres con sus hijas.
II
Moreira se enfocó en los intereses compartidos que unen a las mujeres en la política. Fiel reflejo de ello, dio el ejemplo de la Bancada Femenina del Parlamento que constituida por mujeres de todos los partidos (fue impulsada el 8 de marzo del año 2000 por Glenda Rondán del Partido Colorado, Margarita Percovich del Frente Amplio y Beatriz Argimón del Partido Nacional), es una instancia transversal que cuenta entre sus logros reconocer como problemas públicos aquellos temas que tradicionalmente estuvieron circunscriptos al ámbito privado: la ley sobre la violencia doméstica y su obsecuente “crimen pasional”,la que trata el acoso sexual en el ámbito de trabajo, la que hace público el tema de deudores alimentarios, la de unión concubinaria o la del trabajo doméstico; que entre otros avances en derechos de géneros son logros de la actividad de mujeres en política. Moreira, sin embargo, no se expresó –tal vez sólo quería mencionar triunfos- acerca de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva; y el hilo de la exposición de la politóloga continuó tejiendo la compleja madeja de la participación de las mujeres en la política: “El otro día un compañero del Frente Amplio expresó que quería que hubiera más gente de izquierda en el parlamento, independientemente que fueran mujeres o no. Claro, nosotras queremos que hayan más mujeres independientemente del partido, porque sabemos que los problemas de las mujeres están mejor representados por mujeres. Preferimos eso antes de que otros interpreten cuáles son nuestras necesidades”. Los hombres en general razonan los problemas de las mujeres como las necesidades de la familia, indisolublemente.
La pregunta del millón (de los 3 millones) ¿Las mujeres estarían en política sólo para encarar sus propios problemas de género? La respuesta: la mayor presencia femenina enriquecería también a las propuestas públicas de conducción de un país, y esto, dice Moreira, se vio en Mujer tu voto tiene voz, la propuesta de la Bancada que recogió las demandas e intereses de las mujeres uruguayas de cara a las elecciones. Allí se entendió que para las ciudadanas los temas más relevantes son los sociales: la educación, la salud, la violencia, el agua potable, el transporte, y también el amor y la felicidad.
III
Baja presencia de las mujeres en cargos de dirección; brecha salarial entre hombres y mujeres que asisten a un mismo trabajo; mayor carga laboral para las mujeres sumado a mayor cantidad de trabajo no remunerado; lo que le cuesta a una mujer llegar a ser grado 5 en la Universidad o decana; 18 parlamentarias en 130 parlamentarios masculinos... Sólo algunas de las causas o consecuencias que revelan ese “Techo de Cristal” al que llegamos como tope las mujeres y que es tan complejo de explicar.
IV
Para la politóloga hay dos conductas de las mujeres en la política: por un lado, cuando acceden al poder para adaptarse al escenario hegemónicamente masculino, las damas tienden a masculinizar su forma de proceder; por otro lado, las mujeres prefieren otras maneras de participación. “Sucede que ni las mujeres ni los jóvenes se reconocen empáticamente en los políticos porque el ejercicio de la política es percibido como la lucha por el poder”. Las mujeres, sin embargo, son altamente participativas y se integran más a actividades que las vinculan con otros (en actividades sociales, comunitarias, deportivas y culturales); aunque esta participación pública le implique extender su jornada. Si bien, quieren participar no encuentran en la política su lugar, puesto que esta es muy refractaria a las mujeres, a su forma de moverse y a su biorritmo. Desde luego que el retorno que tienen ambos géneros en el ejercicio político es muy distinto. Un estudio realizado en América Latina –señala Constanza Moreira- demuestra que las mujeres generalmente cuando entran en la política ejercen durante uno o dos períodos y después dejan el cargo, esto se explicaría porque para la mujer un cargo de poder implica un ejercicio de servicio a la comunidad con disponibilidad casi total y una entrega de tal magnitud que al cabo de un tiempo la desgasta y les produce una sobrecarga de roles. Mientras que para los hombres, en cambio, el ejercicio de poder es antes que nada una gratificación personal y libidinal.
V
Hacia el final de la charla, una de las jóvenes que estaba en el auditorio levantó la mano: “De acuerdo a la ley de cuotas, hay un argumento poderoso que actualmente circula, de parte incluso de las propias mujeres en la política, que señala que la cuota para participación política no es necesaria porque los cargos deberían de ocuparse no en función del género sino de la capacidad. Este parece ser un argumento que quiere decir que las cuotas irían a rellenar espacios sólo porque son mujeres, delegando a otros que sí tienen la capacidad. ¿Cuál es, Constanza, tu opinión al respeto?”. Es cierto, en el debate sobre la cuota de género en las listas –sistema 1:3, que comenzará a regir a partir de la elecciones nacionales de 2014- se ha escuchado a algunas mujeres de la política expresarse en este sentido, y también es parte de la opinión pública esa percepción de que hay que llegar no porque se sea mujer sino que capaz. Ese “vox populi” suena a otro esmerilado concepto que le refuerza la estructura al techo de cristal. “Cualquier persona que está en política sabe que los políticos que actualmente están ocupando cargos no es que lo hagan en función de sus capacidades –afirmó Constanza-. Quienes están en el parlamento no son los mejores de Uruguay, para nada. Pensar que tienen que ser los más capaces quienes estén en el poder es una visión aristocrática. El mejor gobierno no es de los más capaces si no el que mejor nos representa a todos. Este sería el que representa equitativamente a hombres y mujeres, a blancos y negros a pobres y ricos. La respuesta que daría es que el eje central no son las capacidades sino la representación y que las mujeres debemos estar en pie de igualdad con los hombres”.
Dicho esto, se apagaron las luces y luego de los agradecimientos, una voz masculina proveniente desde el fondo de la sala invitó a todas las presentes a “vivir una noche entera en cinco minutos”. Estábamos en el Planetario de Montevideo y el techo de cristal que no nos permitía acceder a más representación política, se transformó de un momento a otro en un manto impávido de estrellas.
1 comentario:
Está buena la respuesta de Moreira. Sobre el tema de las cuotas yo no sé si aún tengo una posición definida al respecto, pero en principio creo que sería bueno que se aplicara en un comienzo, y que luego, cuando las mujeres ya tengan una presencia fuerte en la política, se levantara la imposición.
Te mando un gran abrazo!
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