sábado, 2 de agosto de 2008

Palimpsesto de agosto

Hay un árbol. Vive en la vereda junto a los adoquines de la calle 14 de Julio. Desde aquí lo veo enmarcado fotográficamente por la ventana.

El invierno entra por los postigones abiertos de par en par.

A través del vidrio trasparente miro al árbol. Devoro una tableta de chocolate y escucho la lluvia mansa. Que placer.Es una mañana de agosto, no sé que hora es. No tengo que ir a trabajar y quedarme aquí contemplando el árbol mientras la lluvia cae, es todo lo que quiero.

El árbol y sus ramas sin hojas se retratan sobre el fondo gris. Son esqueletos vegetales. Pero resucitan cada primavera y de su madera ahora mojada por la lluvia, surgen las estaciones.

Tal vez por eso me gustan los árboles y la lluvia, porque resucitan; y esta calle donde vivimos, el árbol y yo; la lluvia que moja y limpia los adoquines; los adoquines brillantes por la película de agua que aun reflejan en su superficie al afilador y al canillita.

Y por eso me gusta la lluvia también, porque después de ella el paisaje se ve más claro y nítido. Como si limpiara los palimpsestos acumulados en la historia visual de una calle, quedando sólo el camino.

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