martes, 23 de abril de 2013

Cuando la realidad choca con un sueño

*Crónica publicada en Semanario Brecha, el 20 de abril de 2012, a propósito del recital de Paul McCartney en el Estadio Centenario

Por Cinthia Soca


"Es domingo y tengo una sonrisa de oreja a oreja, eso sólo un tipo como Paul lo puede lograr", dice un paulmaníaco que me acompaña en el merodeo expectante que llevamos desde el mediodía en las inmediaciones del estadio Centenario. Es un luminoso día, certeramente, "good day, sunshine", tarareamos.

El concierto de Paul McCartney es un hecho intergeneracional y familiar. Quienes se quedaron sin entradas se reúnen a almorzar para luego ir al parque Batlle a escuchar desde afuera o a la explanada de la Intendencia. Yo no me pude aguantar, siento una especie de revolución por dentro que me impulsa a salir a la calle, muy temprano, con mi remera negra "All you need is love" con tachas brillantes rosadas y plateadas. "Esa canción la escribió John Lennon", me señala un doctorado en Paul. Me encanta McCartney, pero llevar una remera con una leyenda de Lennon me hace sentir la reconciliación. Por las dudas: no me considero fanática ni paulmaníaca, sólo escucho y bailo los Beatles desde que estaba en quinto de escuela (año 1989), gracias a un compañerito que traía casetes de sus padres a los bailes que organizábamos. Y desde ese momento, exceptuando algunos paréntesis, nunca dejé de escucharlos. Tengo la mayoría de sus discos distribuidos en cuanto dispositivo de almacenamiento haya en mi poder. Alguna vez me he preguntado, mientras viajaba en el ómnibus escuchando por segunda vez en el día el Álbum blanco, cómo era posible que las canciones de los Beatles nunca me cansaran, ¿de qué sustancia están hechas?


 


Es la una de la tarde y ya hay veinte personas haciendo fila en la Platea Olímpica. Una muchachita apoya en sus piernas un cartel estilo flower power, que dice "All you need is love". Los puestos de merchandising empiezan a armarse y exhiben vinchas, pósters 2D y 3D. En una esquina de la avenida Ricaldoni, tres jóvenes apilan una torre de afiches. Me dan uno y me piden por favor que lo extienda en el concierto, les pregunto si van a entrar y me contestan que no, ellos invirtieron su dinero en su lucha pro vegetarianismo. El póster de grandes dimensiones luce a Paul McCartney con una remera que dice: "Not eat meat". Los rumores dicen que dentro del Estadio no se venderán productos cárnicos, a lo sumo panchos de soja.

 


Hay de todo en la viña del señor, gente de todas las edades y colores, caminantes anónimos que van vibrando en cada paso y mirándose entre sí como si se conocieran y estuvieran cercanos al paraíso prometido. Gente que vende de todo, policías, padres con hijos, grupos de amigos, citadinos paseando perros y curioseando, manifestantes veganos. Cuatro personas se destacan en la multitud, son integrantes del "Primer fan club de Paul en Uruguay", eso alcanzo a escuchar mientras les hacen una entrevista para televisión. Están vestidos con remeras blancas y cada uno luce una inicial del nombre Paul, llevan grandes corazones rojos de cartón que van a levantar –le explican al periodista mientras cantan a coro– al son de "Naaa naaa na nanananá" de "Hey Jude". También hay algunos seres malhumorados. Cuentan que mientras McCartney cantaba y muchas personas escuchaban afuera, sentadas sobre el césped o en la calle, una persona en auto se molestó, quería pasar y no podía, otro lo increpó; comenzaron a discutir fuerte, hasta que un joven desde arriba de un árbol puso las cosas en su lugar: "Gente, vine a escuchar a Paul, por qué no eligen otro día para pelearse, mejor".

 


A las 6.45 de la tarde decido entrar. Está de telonero Martín Buscaglia. En un cíber de la avenida Rivera le dedican un afiche improvisado y patriótico: "Martín, hoy es tu gran día. Arriba la celeste".

Lo primero que veo dentro del estadio son los puestos de panchos y choripán. El dictado vegetariano se derrumba. Voy a la Olímpica. La tarde tiene un color surrealista y Martín Buscaglia está experimentando y agradeciendo a un tipo que "ha influido no sólo en la música mundial, sino también –y cuánto– en la uruguaya". Algunos medios extranjeros han tildado a Montevideo como la capital más beatle de América.


 
 


Todo está listo. A las 8.30 arranca el concierto con "Hello Goodbye". Las más de 50 mil personas quedamos atónitas, congeladas, no sabiendo bien cómo reaccionar. Es el momento en que choca la realidad con un sueño. Como un estratega de la comunicación, Paul dice que va a tocar un tema por primera vez en Sudamérica, y arranca "The Night Before" (los Beatles). Y como quien no quiere la cosa, ya para sus próximas canciones, "Let Me Roll it" (Wings) y "Papperback Writer" (los Beatles), que tocó con su guitarra de los sesenta, éramos miles los que estábamos en shock emocional. Estados extraordinarios de un momento soñado. Y siguieron 30 canciones más.* Entre esas canciones se destacan algunos momentos supremos:

"BlakBird", de la que Paul McCartney cuenta que es una canción inspirada en la tensión racial que en la década del 60 se vivía en Estados Unidos, metáfora de los derechos humanos.

"Here Today", la espeluznantemente bella canción que Paul le dedica a John: "And if I say I really loved you/ and was glad you came along,/ then you were here today./ Uh, uh, uh, for you were in my song./ Uh, uh, uh, here today".

"Maybe I'm amazed": "Maybe I'm amazed at the way you love me all the time,/ maybe I'm afraid of the way I love you,/ maybe I'm amazed at the way you pulled me out of time/ and hung me on a line". No hay mucho más que aclarar.

"Live and let die"; después de "Let it be" vino la conmoción cerebral: explosión de fuegos artificiales detrás del escenario y dentro de él. Paul McCartney se tapaba los oídos y gesticulaba un "no" clarísimo con la mano, una y otra vez; aún no entiendo si fue porque se estaba quedando sordo y le dolían los tímpanos o si arengaba de esa forma extraña a la multitud enardecida.

En el primer bis, que se venía con "Lady Madonna" y un homenaje a las mujeres, Paul reapareció con la bandera de Uruguay, y su viejo amigo tecladista, Paul "Wix" Wickens, le hizo el aguante con la bandera de Inglaterra, y el batero, Abe Laboriel Junior, con una bandera negra de piratas.

"Golden Slumbers", McCartney dice algo así como: "bueno, muchachos, señoritas, nos divertimos mucho hoy, pero ya es hora de irnos a casa". Gritamos que no, pero él se sienta al piano y nos calma con los primeros acordes de una canción de cuna para adultos: "Once there was a way/ to get back homeward./ Once there was a way / to get back home". (Hubo una vez un camino para volver a casa...). Con la seguidilla de "Carry That Weight" y "The End" terminó el concierto. El sir se despide: "Nos vemos la próxima", mientras llueve sobre el público un torrente de papelitos brillantes. Las luces se encendieron y el cotillón lujoso haciendo múltiples reflejos descendía sobre la multitud como el rocío en los puntos suspensivos de un sueño que termina. n


* Pueden escucharse en este setlist: http://www.setlist.fm/setlist/paul-mccartney/2012/estadio-centenario-montevideo-uruguay-13de75e5.html

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