En la fila para entrar al 2º encuentro nacional de música electrónica Open Park, que convoca a artistas uruguayos DJs y VJs; de pronto siento como si estuviera en Europa. Una muchacha de bucles me alcanza un volante y me dice con acento marcadamente español: “Por si decides drogaros hoy, toma”. Por poco pienso que me está dando alguna sustancia como si fuera requisito previo a la fiesta o una promoción holística de dónde conseguirla. “Aha”, le digo con el papel en la mano, dándole a entender que no entiendo. “Es un manual explicativo por si decides drogarte, para que lo hagáis con conciencia y te acordéis de la fiesta luego”. “Ah, bien. Gracias”, alcanzo a decirle mientras se marcha muy decidida a continuar con su misión. Veamos este pequeño volante mientras la fila avanza lentamente con las posibilidades de la poca luz del crepúsculo que queda. Se divide en tres: antes, durante y después.
Antes: “Plantéate desde un principio cómo querés que sea tu experiencia de consumo (cantidad, frecuencia, duración, lugar y compañía). Todo un desafío, no puedo plantearme de antemano que cantidad y hasta cuando soportaré la música electrónica; la frecuencia seguro será de un bombardeo de estímulos constante porque hacia dónde mire hay DJs: entre las rocas, debajo de las palmeras o arriba de ellas; el lugar es las Canteras del Parque Rodó y la compañía... con la compañía me tomo esta licencia de tontas analogías.
Durante: Entramos a una dimensión con destellos fluorescentes, mucha gente joven, lentes de sol y pulseras foto activas. El DJ en el escenario al que apunta mi rostro: salta y se ríe. A su manera gobierna nuestros movimientos, y los va llevando gradual y rítmicamente hacia una especie de clímax sonoro, todos los brazos se estiran hacia arriba con frenesí y los ojos se cierran extasiados. Un momento de gloria. “Obsérvate y evalúate, presta atención a las señales de tu cuerpo”; “Toma el control en vez de perderlo”; dice el volante.
Un rayo de luz violeta atraviesa una botella trasparente con agua que alguien empina. Otro DJ se instala en el set, comienza un estilo muy repetitivo. Los hombros se mueven intercaladamente hacia atrás y hacia delante esperando que el ritmo tenga alguna transformación; pero esto no sucede después de veinte minutos. Me voy. Rodeando el lago al costado de los baños portátiles, en una islita, están los patos del Parque Rodó, son más de treinta. La música de fondo y ellos parados como atentos a una señal, todos mirando hacia el sudeste. De pronto, un pato se mueve hacia el norte, el pato líder (DJ pato) y todos los demás se mueven en rebaño, imitándolo.
Me dirijo a comprar un trago y el barman me hace unos espléndidos malabares que desembocan en mi baso lleno de cubitos de hielo. Aplausos. Sigo en mi peregrinación, haciendo una especie de zapping electrónico por mucho tiempo. Hasta que veo una carpa colmada de gente bailando. Es esto o el lago con los patos, pienso, y me zambullo en la comunidad en trance; donde la proporción entre gente, dispositivos electrónicos, lentes de sol y botellas de agua es simétrica. La luz negra hace brillar las lentillas de color que alguien colocó en sus pupilas. Una remera con un signo de interrogación enorme se mueve a mi lado y a tres centímetros otra camiseta roja luce “Uruguay”, sombreros sin viseras al estilo Gangster y muchos “raros peinados nuevos”. Algunas pantallas nos rodean, invitan a expresar por SMS lo que sientas y ganar un celular “hoy mismo”: “La de pollera amarilla es una diosa”, “Fede te amo, vos y Ro son mi vida”, “Observa y evalúa tu consumo”, “¿Estás prestando atención a las señales de tu cuerpo?”. Es esto o el lago con patos, vuelvo pensar. Me voy.
Después: Joder! Como dicen en España. Mientras espero el ómnibus, rescato el volante que me dieron a la entrada, trasciendo la reticencia de que se parezca a un manual de autoayuda y coincido con su mensaje en general. El eje de comunicación es innovador, no escapa a una realidad social a través de represiones o culpas moralistas: “Las cosas no pasan porque sí. Si algo salió mal, reflexiona y trata de ver tu responsabilidad. Es un buen ejercicio para aprender de la experiencia. Si todo anduvo bien, también tiene que ver contigo. Tomá nota y aprendé de vos mismo. Imaginá otras alternativas de diversión y placer. Entretenerse con otras cosas al margen de las drogas facilita que los consumos se mantengan en límites no problemáticos. Para que el consumo no te consuma ponéle cabeza a las drogas”. Así termina el folleto de la campaña Consumo Cuidado, un proyecto de intervención socioeducativa enmarcado en el Modelo de reducción de riesgos y daños que la Junta Nacional de Drogas, la Comisión de la Juventud de la Intendencia de Montevideo, El Abrojo y la Faculta de Sicología de la Udelar; llevan adelante.
* Publicado en Semanario Brecha el 9 de enero de 2009 en sección Bicho Urbano.
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