El jueves 14 de agosto firmé para anular la Ley de Caducidad que avala criminales impunes en Uruguay. Algunas cosas sucedieron para que usara -con mis 29 años- por primera vez mi credencial. Digo con "mis 29 años", sacando cuentas ya tendría que haber usado la credencial 2 veces para votar, pero nunca lo hice y quiero dejar registro que la use por primera vez para anular esta ley.
Siento ganas de escribir muchas cosas pero no sé como y no quiero enredarme con las palabras. Lo intento...
Sí nunca usé antes mi credencial es porque ODIO hacer las cosas porque sí, sin más. Votar porque tengo que votar no es una buena razón para ejercer la ciudadanía. Pero hay otra cosa en esto que siento, me parece ahora, me pregunto - y no soy muy original en mi autocuestionamiento-¿no soy yo un producto cultural?: la típica desencantada con el sistema político, la hedonista posmoderna de la que hablan los teóricos. ¿Por qúe no me interesa el activismo político? ¿por qué no creo en que se pueda cambiar algo, como sí lo creyeron los hippies del mundo o los uruguayos del 70?. No es ese desencanto, acaso, producto de una práctica ejercida desde los medios o -haciendo un anagrama- desde el MIEDO para anular en mí toda posibilidad de lucha social...
No sé, sucedieron cosas que me hicieron reflexionar sobre algo que no puedo bien discernir.
Anular, escribí dos veces esa palabra -ahora que re leo mi catarsis- "Anular la ley de caducidad", "anular en mí tpda posibilidad de lucha social"... y hay otra anulación: la de mi memoria, la de mi sensibilización hacia algo que aconteció aquí.
¿Ppr qué siempre lo he sentido como tan ajeno? No es increíble? Cuando iba al liceo -años ´90- no sabía !qué había sido la dictadura! Algo que luego que pasé por la Universidad me daba mucha verguenza afirmar. Pero es así, esa es mi verdad.
Pero porqué me he sensibilizado más frente al nazismo alemán o el fascismo italiano que pensando en la dictadura en América... Es como un bloqueo del que no soy muy conciente, es una ignorancia prolongada, un estado provocado por el miedo que tenían de hablar las personas que me rodearon cuando yo crecía y era más joven.
Un objeto bastó, tal vez era el momento y el lugar oportuno de que en mi cerebro hubiera un clic. La semana pasada festejábamos un cumpleaños. Cumplió 75 años y recién ahora puede hablar de la dictadura, antes no le salían las palabras -me dice- se le congelaban las cuerdas vocales, sólo hablaba sobre el tema en sueños o en la inconciencia anetésica de un quirófano.
Me aparta de la reunión familiar y me pone en la mano una capucha color verde caqui, de una tela sofocante. Esta tiene un forro adentro que en birome azul registra un número y algo relacionado al Batallón de Florida. "Esta es mi evidencia, antes de que me liberaran me lo guardé como prueba irrefutable de mis meses en cautiverio".
Sacó la capucha de un rincón oculto, comenzaron a derretirse sus palabras congeladas. Tal vez él tenga algo que decirme... a mí la desmemoriada, amnésica e insensible casi apolítica representante de la generación que fue niña en los 80 y adolescente en los ´90.
Después de pensar en estas cuestiones, escuchar, imaginar, hacerme preguntas sin respuesta alguna... firmar para anular la ley de caducidad encuentra un sentido en mí.
Una razón suficiente y tangible para inaugurar y sacarle el polvo a mi credencial.
Taller de análisis cinematográfico
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Arrancamos el año con nuevos talleres, esta vez, los sábados a partir del 2
de marzo, y los jueves a partir del 7 de marzo, de 18.30 a 20 hs.
Seis enc...
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